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Nuestras colecciones

Una colección es a la vez presente continuo, pasado perfecto y futuro anterior. El Museo Centro de Arte Dos de Mayo atesora la Colección de Arte Contemporáneo de la Comunidad de Madrid, hoy llamada Colección Museo CA2M, y la Colección Fundación ARCO. Ambas existían desde los años ochenta —la primera desde la aprobación del estatuto de autonomía en 1983, y la segunda desde la creación de la fundación en 1987—, pero crecieron durante los noventa, en el momento de explosión de las narrativas que fue consecuencia de la caída del Muro de Berlín. La necesidad de una atención cronopolítica, la demostración de cómo las piezas que componen estas colecciones remiten a las políticas del tiempo, es un ejercicio fundamental. Frente a la temporalidad teleológica de la Historia convencional, frente al tiempo ordinario de la productividad, existen otras modalidades temporales subalternas, como la de los trabajadores culturales, los flujos coloniales, las lecturas de género o la historia regresiva. Las colecciones han de salir de la sincronicidad temática con los mercados e implicar esas lecturas posibles que pasan por el estudio de su propia idiosincrasia: cómo han evolucionado, cómo han crecido, cómo se han utilizado y cómo han viajado son investigaciones necesarias —que la propia práctica artística y la crítica institucional reclaman a día de hoy— para construir con fuerza sus futuros. Porque una colección es precisamente, junto con el edificio que la cobija, la única parte de una institución que está pensada para permanecer, para sobrevivir a la memoria de sus programas: es la parte de la cultura material de un museo que ha de perpetuarse como un bien común.

En los últimos años, el desarrollo de la museología crítica ha encontrado en las llamadas historias críticas del arte una serie de herramientas indispensables para trabajar con las colecciones. En paralelo a la sofisticación de las narrativas de los artistas contemporáneos, se han comenzado a construir nuevos y complejos relatos de las colecciones, a partir de las historias no resueltas de la propia cultura contemporánea. Ya no sólo es necesario coleccionar, conservar, mostrar e interpretar, sino que es fundamental reencuadrar y recontextualizar las obras de una colección a la luz de las nuevas prácticas artísticas en presente y contemplando la relación entre el museo y sus públicos. De este modo, aspectos centrales se ponen en posición crítica y otros marginales se convierten en relatos primordiales para las nuevas generaciones, en una visión dialéctica que renueva la colección misma desde sus posibilidades hermenéuticas.

Una colección es también una práctica situada. El Museo Centro de Arte Dos de Mayo nace como la primera institución pública de la Comunidad de Madrid dedicada específicamente al arte contemporáneo. Ese es el campo de conocimiento que la Colección ha de definir, desde su posición geopolítica y condicionada por su alcance material. El contexto de las últimas décadas está marcado por migraciones masivas de población en todo el mundo. En el caso de la región madrileña, como corresponde a las condiciones sociohistóricas de la historia colonial española, más de un tercio de la nueva ciudadanía procede de países latinoamericanos. Esta movilidad ha aumentado en los últimos años: la crisis global y la incertidumbre económica y política en gran parte del Sur aumentan el flujo en amplias capas sociales, con influencia en el mundo laboral, pero también cultural. Es obvio también que el intercambio económico continuado, mercantil, de recursos, financiero y empresarial, de la vieja metrópoli con sus antiguas colonias ha definido las relaciones de poder de la segunda mitad del siglo XX y, todavía, el arranque del siglo XXI. Todo esto lleva pareja una circulación de modelos, producciones y bienes culturales que debe reflejarse muy especialmente en el arte más actual: los objetos son cristalizaciones de relaciones sociohistóricas de producción; el arte no puede escapar a esa definición y, por tanto, la Colección debe ser la voz situada de esas nuevas posiciones, de esas relacionalidades que, obligatoriamente, determinan estructuras narrativas nuevas o divergentes.

Cuando en 2014 se unieron ambas colecciones, la fragmentación e incompletud que, por naturaleza, caracterizan una colección se hizo manifiesta, pero también la importancia de diseñar vectores a partir de su marco común, unas líneas de crecimiento que también eran necesariamente la suma de fuerzas de las intenciones de ambas colecciones cuando habían sido creadas. La vocación de uso que la Colección Fundación ARCO tenía desde su depósito en una institución pública como el Centro Galego de Arte Contemporánea a mediados de los 90, se sumó a una de las tareas fundamentales de un CA2M de creación reciente: poner la colección propia a disposición del público.

La misión del Museo CA2M como institución es acercar el arte contemporáneo a la sociedad, pero también dar sentido, promover e investigar en el arte contemporáneo local, creando redes internacionales que contribuyan a su presencia en el exterior. Sin duda esas tareas se realizan mucho mejor gracias al roce internacional de las adquisiciones en la feria, que sirve para multiplicar sus fuerzas, pero también que capacita a la institución para complejizar el relato sobre el presente del arte en Madrid, situándolo en un contexto más amplio. Es decir: afirmar la importancia central del arte latinoamericano en la construcción de la tradición selectiva que define el arte contemporáneo en España en las últimas décadas. Esa definición y el establecimiento de la genealogía que la adjetiva es una tarea a la que el Museo CA2M contribuye, precisamente, desde una posición geopolítica periférica: la misma posición de habla que ha formado las narrativas que han pautado una relectura de la historia del arte reciente en el contexto internacional más global e inclusiva, en definitiva, más crítica.

La forma de ofrecer el museo a nuevos públicos es promover sus posibilidades cambiantes, sacar las colecciones de su circularidad: las presentaciones expositivas no son simples afirmaciones, sino preguntas; las respuestas han de ser necesariamente poliédricas y polifónicas. Es un rasgo de la tradición contemporánea que las buenas obras de arte excedan siempre los límites de su propio marco epistemológico: con sus posiciones políticas y estéticas, mediante sus opciones formales y su capacidad discursiva, ellas mismas amplían la definición del arte en el contexto de Madrid.

La cronología de la historia política española no coincide con la de la mayoría de países europeos. La ruptura con la tradición moderna durante el régimen franquista marca una diferencia con otros países que han vivido esa tradición como una continuidad que, sin embargo, sí tiene su paralelo con la llegada a principios de los 80 de las democracias a la mayoría de los países de América latina. La necesidad del arte español de las últimas décadas de búsqueda y negociación con la tradición de fuera y la propia anterior y las vueltas y comercios desde ambas orillas del Atlántico, encajan temporalmente con las tensiones de la globalización, que implican la necesidad de volver la anécdota individual algo universal y transferible. Es ahí donde la contigüidad entre las piezas permite hacer proliferar intercambios culturales que construyen una idea del arte contemporáneo común, haciendo que las cosas digan por sí mismas.

El futuro de esta Colección de colecciones ha de pasar por la intensificación del esfuerzo en desbordar los condicionantes políticos de producción, en incorporar más relatos menores, en atender a las vías minorizadas por la gran tradición que todo este acervo ya matiza y reforma. ¿Cuál es el valor cultural de una propuesta enciclopédica sino el de desmontar sus definiciones fijas, el de volver más complejas sus tesis, el de multiplicar exponencialmente sus entradas? Esta tarea pasa por desmontar los relatos naturalizados y por desarrollar una imaginación histórica radical, pensar de nuevo con y como el otro, seguir coleccionando como una forma de porvenir común.

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