Lorna Simpson (Brooklyn, New York, 1960) es una de las más importantes artistas feministas afroamericanas. A finales de los 80, y dentro de una línea de trabajo entroncada con la crítica de la representación, realiza lo que llama anti-retratos, en los que la técnica fotográfica se resiste a su significado tradicional para revelar sus coordenadas estructurales: el de las posibilidades de ser de la mujer afroamericana en un sistema misógino y racista. En este caso, parte de la estética de los anuncios de cosmética de entonces para mostrar una serie de peinados. Entre ellos, una lista de adjetivos: “osado”, “sensible”, “severo”, “largo y sedoso”, “aniñado”, “sin edad”, “tonto”, “magné- tico”, “fresco del campo” y “suave”. Las etiquetas de la publicidad comercial, fijadas en los cuerpos convertidos en mercancía, se transforman entonces en posibilidades críticas, en declinaciones adjetivadas en contra de los “estéreo” tipos