Colección III

Repartida entre las plantas primera y tercera del Centro, así como en otros espacios comunes, se trató de una recopilación heterogénea en cuanto a técnicas y temáticas.

Entre las piezas expuestas pudimos ver pinturas, esculturas, grabados, fotografías e instalaciones, así como una amplia selección de obras en vídeo. Algunas obras databan de los orígenes mismos de la Colección, en la década de 1980. Otras, fueron adquisiciones recientes, incorporadas en los últimos años. Esta diversidad nos permitió un acercamiento a algunos de los interrogantes que quiere abrir de forma recurrente la cultura contemporánea, y en particular el arte actual.

Presentar la Colección al mismo tiempo que su catálogo nos permitió reflexionar sobre el mismo hecho de coleccionar, los motivos que laten detrás de una serie de obras que aspiran a ser un testimonio de su tiempo. Una colección es muchas cosas a la vez. Es, por encima de todo, una forma de construir una visión del mundo, una forma de crear una trama a partir del significado de todas sus obras y de todas las líneas, más o menos visibles, que las unen. Como conjunto de obras y, por lo tanto, del trabajo de los artistas, es una narración cimentada en referencias que van más allá de los objetos conservados en sus almacenes. Es un pulso constante a la noción de valor, tan extendida en nuestra sociedad contemporánea. Es también un lugar en el que se escoge. No es un archivo en el que pueda incorporarse todo, sino una selección, una de las muchas posibles, que no puede aspirar a recoger o explicar la totalidad del arte.

Un buen número de piezas nos plantearon preguntas al propio arte y a su papel como activador de cuestionamientos individuales y políticos. ¿Cuál es el papel del arte en un mundo plagado de imágenes? ¿Qué sentido tiene trabajar en arte en un momento como el actual? ¿Qué estrategias pueden seguir los artistas para continuar interrogando al propio arte por su sentido y validez? Santiago Sierra documentó una acción: la obstaculización de una avenida en la Ciudad de México con un gran camión articulado. Un sencillo gesto convenientemente adaptado al vocabulario artístico mediante un gran díptico con imagen en blanco y negro. A través de sus acciones, Sierra no transgrede ninguna norma social, tan solo lleva al límite un sistema para mostrar cómo puede interrogarse a sí mismo. La estrategia de Daniel Canogar, que reutiliza materiales desechados por una sociedad en necesidad de constante cambio, formulaba nuevas preguntas a un arte que ya no necesita crear nuevas imágenes, sino que le basta con seleccionar aquellas existentes.

Dias & Riedweg propusieron en la misma línea un complejo ejercicio visual. Documentaron fotográficamente la inserción de una maleta, que es una obra de arte creada por ellos (referencia directa a Marcel Duchamp, que condensó todo su trabajo en una única maleta), en una estantería repleta de maletas. Así, pusieron un acento en la dificultad de separar lo que es arte de aquello que no lo es, al mismo tiempo que proponen una poética reflexión sobre viajes, cambios y migraciones. Ignasi Aballí, en una pieza distribuida a lo largo de todo el edificio, trazó una bella metáfora entre el arte y las malas hierbas, que insisten en crecer en cualquier oquedad sean cuales sean las circunstancias.

La relación con el público fue también uno de los temas recurrentes del arte presente en esta selección. El vídeo de Dora García creado para la Bienal de Sidney de 2008 retomó una actuación nunca finalizada del gran comediante norteamericano Lenny Bruce, censurado brutalmente en la misma ciudad en 1962. Una de las múltiples claves de esta obra es el cambio de actitud del público, que ríe ante algo que censuraron sólo cuarenta años antes. La gran instalación de David Bestué y Marc Vives que ocupó la totalidad de la antigua casona en la primera planta del CA2M propuso al visitante rehacer un camino, hacia la confirmación, que es el que llevó a cabo el propio protagonista del vídeo. Una gran metáfora de la evolución de cualquier persona y, probablemente, de los propios artistas. Al final, propusieron bailar al son de un ritmo pop que nos recuerda que hay que “bailar sin suelo firme, sin confirmación”.

Algunas de las obras expuestas observaban la realidad de un mundo cambiante, sometido a rupturas dramáticas a lo largo de las últimas décadas. Muchas de estas imágenes representaban caídas, rupturas o disoluciones. Algunas eran objetos reales, cuya destrucción tenemos todos marcada en nuestra retina, como el derribo de las Torres Gemelas de Nueva York mostrado por Thomas Ruff a través del uso de una imagen de prensa. Parecida estrategia planteó Fernando Sánchez Castillo al recrear el estado de diversos monumentos madrileños durante la Guerra Civil. El Gobierno de la República los protegió construyendo otros meta-monumentos que ocultaban los anteriores, en una gran metáfora con la situación de la capital asediada. Otras obras muestraron el fin de las ideologías, cuya caída fue testigo una generación entera de europeos. Es el caso del retrato de los dramáticos cambios en la Croacia natal de David Maljkovic que llegaron con la caída del Muro de Berlín en 1989. Otro caso es la constatación de planes inconclusos, como la caída del sueño de una Latinoamérica modélica que muestra Alexander Apóstol en su vídeo.

Paralelamente, el colectivo madrileño El Perro nos llevó hasta la ya desaparecida prisión de Carabanchel, de amargo recuerdo para muchos presos políticos y sociales del franquismo, en la que un grupo de jóvenes practica el monopatín, a imagen de lo que hicieron soldados Norteamericanos en la piscina de Saddam Hussein como forma de certificar el fin de un imperio. Mateo Maté se planteó las contradicciones de los nacionalismos en un momento de crisis de las identidades. Al mismo tiempo, David Goldblatt nos acercó a la realidad de la Sudáfrica post-apartheid a través de severos retratos de cargos electos municipales abiertos a múltiples interpretaciones. En definitiva, se nos planteó una visión de un mundo en constante cambio. Un mundo en el que la verdad absoluta ya no existe, que toma plena consciencia que la Historia se escribe en cada momento con la actitud de todos los miembros de una comunidad y las decisiones que tomen sus representantes.

Sobre la Colección. La Colección CA2M Centro de Arte Dos de Mayo de la Comunidad de Madrid está compuesta por cerca de 1500 obras. Es un testimonio, en constante crecimiento, de la evolución del arte desde la década de 1980 hasta la actualidad. Le otorga una especial atención a los contextos madrileño y Español, incorporando obras que siguen el devenir de sus artistas, galerías y exposiciones. Concentra una buena parte de su interés en la fotografía y obras sobre papel, aunque incorporando todo tipo de soportes.

Artistas: Ignasi Aballí, Gabriel Acevedo Velarde, Lara Almarcegui, Alexander Apóstol, Txomin Badiola, José Manuel Ballester, Antonio Ballester Moreno, Guy Ben-Ner, Karmelo Bermejo, Darya Von Berner, Bestué/Vives, Cabello/Carceller, Daniel Canogar, Dias & Riedweg, Elmgreen & Dragset, Patricia Esquivias, Günther Förg, Philipp Fröhlich, Dora García, Alberto García-Alix, David Goldblatt, Cándida Höfer, Pello Irazu, Joachim Koester, Annika Larsson, Cristina Lucas, David Maljkovik, Teresa Margolles, Mateo Maté, Antoni Miralda, Vik Muniz, Juan Muñoz, El Perro, Sergio Prego, MP & MP Rosado, Thomas Ruff, Fernando Sánchez Castillo, Santiago Sierra, Carolina Silva, Juan Ugalde y Darío Urzay.

PUBLICACIONES. La selección de obras de la Colección CA2M Centro de Arte Dos de Mayo de la Comunidad de Madrid coincide con la presentación pública de su catálogo detallado, que también puede consultarse en las salas de exposición. Textos del catálogo: Mariano Navarro y Ferran Barenblit. Elaboración de las fichas: Francisco Carpio, Jose Manuel Costa, Kristian Leahy, Alberto Martín, Mariano Mayer, José María Parreño, Abel Pozuelo, Andrés Isaac Santana, Virginia Torrente y Elena Vozmediano (acceso a la versión online del catálogo).

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Secundaria y Bachillerato: Visita-taller Colección III

Talleres de creación: Laboratorio de artes ficticias

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