Colección XII

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Colección XII

La presente selección de obras de la Colección CA2M de la Comunidad de Madrid reúne piezas adquiridas desde 2008, año de la apertura al público del Centro. Muchas de las obras han ingresado en la Colección por adquisición, mientras que otras han sido premiadas en algunas de las convocatorias de la Comunidad (como los premios otorgados en las ferias de arte madrileñas) o han sido donadas por los artistas. Al recoger las obras de este período, nos permite trazar un recorrido por algunas de las ideas que han atravesado la programación del CA2M a lo largo de estos primeros años de andadura del museo.

El papel del arte, sus capacidades y límites es una cuestión que aparece en muchas de ellas. ¿Qué ideas y posicionamiento político puede generar? ¿Cómo entronca esto con la tradicional aspiración de que el arte apele también a las emociones? ¿De qué manera puede el arte narrar la historia desde otro punto de vista, más cercano a las experiencias individuales pero igualmente significativo y esclarecedor? Una de las respuestas más poéticas, al mismo tiempo que más contundentes, es la obra de Rabih Mroué, Entre dos batallas. En esta pieza, el artista libanés muestra la crudeza de la guerra que durante décadas ha asolado su país a través de la negación de las imágenes. Se nos muestra la nieve de la televisión cada vez que la central emisora fue bombardeada o se quedó sin suministro eléctrico por una acción de guerra. En lugar de usar el arte para hacer visible, como hizo Goya en sus Desastres, la cueldad humana, nos cede a nosotros la capacidad para imaginarlo en un momento en el que, precisamente, la abundancia de imágenes de las conflagraciones puede llegar a desviar nuestra atención sobre ellas. En una segunda obra, el vídeo El país de las maravillas, Halil Altindere propone una reflexión semejante sobre la necesidad y forma de hacer emerger los conflictos, aunque sean, como en este caso, aquellos que resultan de la imposición de las formas de opresión del capitalismo salvaje sobre comunidades que no tienen mecanismos para defenderse de sus efectos. Otra vez se pone el acento en el arte –en este caso, la música hip hop- como una herramienta para llevar hacia el debate público los conflictos que nos azotan como humanos.

Otras obras mantienen esta reflexión y la extienden a una mirada sobre la historia y sobre la evolución de la sociedad en las últimas décadas, que nos ha hecho despertar de un sistema aparentemente inquebrantable, de sólidas bases de supuesto progreso a una realidad confusa, plena de contradicciones y, sobre todo, de sueños rotos. En el Archivo Tamarugal, la artista española Rosell Meseguer actúa como una investigadora dispuesta a desvelar una parte de la historia que había quedado sin aclarar. Ella analiza procesos del pasado ligados a la noción del trabajo en una comunidad minera, así como sus consecuencias en el devenir de comunidad e individuos, y pone abundante documentación e imágenes al alcance del espectador. Así, le permite reconstruir su propia narración de los hechos, y llegar a ciertas conclusiones que son extrapolables a otras circunstancias históricas similares. Desde una perspectiva mucho más imprecisa y, por lo tanto, poética, la pintora argentina Magdalena Jitrik nos presenta su Imaginación moderna: una forma de retomar prácticas artisticas del pasado, las vanguardias históricas del primer tercio de siglo XX, que nos dirigen directamente al momento en el que se consolidan las ideologías que organizaron el mundo en bloques férreos.

El cuerpo humano, sus extensiones vitales y políticas, sus límites físicos, y su papel como la primera herramienta del artista son ideas que atraviesan otro buen número de obras presentes en esta exposición. ¿Qué ideas pueden emanar de la presencia del cuerpo en el arte? ¿Se puede pensar no sólo a través de él -es decir, mediante su representación- sino con él? ¿Puede el propio cuerpo pensar? ¿De qué manera confluyen todas las proyecciones culturales y morales que han centrado nuestra relación con nosotros mismos a lo largo de los siglos? Leopold Kessler nos presenta imágenes de niños cargando pesadas mochilas como bella metáfora de todo lo que el pasado ha depositado sobre nuestras espaldas para que continuemos acarreando. Walead Besthy nos muestra en sus retratos industriales las caras muchas veces no visibles de aquellos que están involucrados en el trabajo en arte contemporáneo, incluyendo artistas, curadores, técnicos de producción y directores de museo.

La intersección de esta noción del cuerpo con la del tiempo – la dimensión que organiza ritual y regularmente nuestras vidas- se expresa a través de la performance. La Colección CA2M en los últimos años le ha prestado un gran interés, planteando también la cuestión de cómo coleccionar la performance. Buenas muestras de esto son obras como la de Héctor Zamora, que toma registro de una acción que realizó en la Bienal de Estambul. En ella, un grupo de trabajadores traslada ladrillos de un lugar a otro en unos minutos de frenético trabajo, reclamando el lugar del trabajo en arte y, no sin cierta ironía, la noción de productividad en arte: tras la intensidad del esfuerzo, el resultado es nulo. Los Torreznos también insisten en esa necesidad de voluntad al grabar un reloj puntual con su voz que da la hora cada minuto a lo largo de todo un día. La obra de Esther Ferrer, por su parte, nos ofrece una visión de cómo se registra y se presenta la performance en una obra coral de compleja producción, mostrada aquí por la documentación necesaria para su ejecución.

La exposición incluye muchas más obras que muestran la amplitud del crecimiento de la Colección y muchos de los temas que ha recorrido el Centro en estos años. El japonés Lyota Yagi muestra la fragilidad de los discursos y la imposibilidad de sustentar un relato sin fracturas, mediante su disco de hielo. De forma nostálgica, la música desaparece ante nosotros dejando tan solo un sencillo rastro de agua. El colectivo Discoteca Flaming Star similarmente atiende a procesos complejos que enlazan emociones con elementos de las culturas populares contemporáneas. Lara Almarcegui levanta el suelo de Madrid para mostrarnos lo que no podemos ver, quizá esperando a que conociendo aquello que nos queda oculto podremos entender mejor lo que tenemos ante nosotros. Julia Spinola despliega una serie de elementos que se combinan mostrando continuidades e interrupciones, indagaciones formales que remiten a nuestra cultura visual rompiendo nuestras expectativas y abriendo otras.

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