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OTTO KARVONEN
A principios del siglo XIX, Charles Waterton fabricó la primera caja nido de la historia. Este excéntrico naturalista británico fue uno de los primeros conservacionistas de la historia. Entre sus muchas aportaciones, se cuentan el relato de su viaje por Sudamérica que posteriormente inspiraría a otros biólogos, como Darwin, y el haber creado una de las primeras reservas naturales de las que se tiene conocimiento, al construir una inmensa valla de unos cinco kilómetros de longitud alrededor de su finca en Yorkshire, Inglaterra. Su preocupación era, pues, acotar un espacio para que la vida salvaje pudiera continuar sin la interferencia de las indeseables intervenciones de los humanos, preservando un hábitat original.
Desde entonces muchas personas han construido cajas nido como pasatiempo. Igualmente, la designación de espacios protegidos se ha extendido. Sin embargo, esto ha ocurrido a un ritmo mucho más lento que la destrucción de esos hábitats naturales por parte de sociedades devastadoras. El impacto de esta aniquilación en la vida natural y humana es de dimensiones tan descomunales que resulta difícil de cuantificar, pero resulta patente que ha tenido inmensos efectos en la vida de las personas y en los movimientos demográficos contemporáneos.
Cerca de dos siglos después, Otto Karvonen (Helsinki, 1975) también construye cajas nido como parte de su proyecto Alien Palace Birdhouse Collection, una serie de casetas para aves que ha ido instalando en diferentes lugares de Europa. La finalidad sigue siendo la misma que Waterton imaginó hace doscientos años: ofrecer a las aves un espacio seguro y confortable en el que criar a sus polluelos, disfrutando con su presencia. Una caja nido solo tiene sentido si está ocupada en el momento adecuado por las aves para las que se ideó y, para eso, es clave acertar en el diseño. El diámetro del orificio marcará el tipo de ave dispuesta a criar allí. Una diferencia de unos milímetros tiene resultados muy diferentes y hará que sea el herrerillo común o el papamoscas cerrojillo, por citar dos especies habituales de la sierra de Madrid, quien se instale allí. Madrid, como toda la Península Ibérica, es un lugar habitual de paso de las especies migratorias, que dos veces al año la atraviesan en otoño de norte a sur y en primavera de sur a norte, en su constante tránsito entre África y Europa. Algunas cajas nido pretenden convencer a esas aves para que se queden durante su paso, ofreciéndoles un lugar confortable que les haga desistir de continuar su migración continua.
Otto Karvonen tiene en cuenta todos estos factores cuando diseña las suyas, para las que sigue un modelo de arquitectura contemporánea muy preciso, el de los centros de internamientos de extranjeros. Su funcionamiento es, de alguna manera, el opuesto de las cajas nido. Los CIE, como son conocidos popularmente, son establecimientos no penitenciarios en los que ingresan determinadas personas, como los ciudadanos de países no comunitarios sin la documentación precisa, mientras se resuelve su situación legal o se procede a su expulsión. Solo algunos de sus internos han cometido algún delito, pues aquellos que efectivamente han quebrantado la ley probablemente se encuentren en verdaderas prisiones. Es una arquitectura que se repite en los veintiséis países del área de Schengen con muy pocas variaciones, y cuyas características recuerdan a las de las cárceles, aunque en su diseño muchas veces se apueste por apariencias más amables. En España existen ocho establecimientos de este tipo, sometidos cada vez más a un debate público.
En la terraza del CA2M se mostraron dos de sus «palacios» inspirados en el centro de Metsälä, en Helsinki, y el de Aluche, en Madrid. Su intervención fue muy reflexionada, pero voluntariamente modesta. Habitualmente ocurre así con su trabajo: proyectos específicos que surgen tras una delicada investigación del entorno en el que se presentan. Sus obras proponen una dislocación de las rutinas cotidianas, un cortocircuito entre nuestras expectativas y la realidad. Sorprenden. En algunas ocasiones, mediante la alteración de señales de tráfico para alertar de los riesgos del cambio climático (Signs for climate change, 2009). En otras, demostrando cómo no todo lo desconocido es necesariamente peligroso, al escribir una frase amable en todo tipo de alfabetos no latinos cuya apariencia es preocupante (Alert, 2011). Así, plantea algunas cuestiones que pretenden generar nuevas visiones sobre el contexto cultural y social que nos rodea, así como sobre las decisiones que, como comunidad, tomamos para solucionar las crisis, grandes o pequeñas, a las que nos enfrentamos.
La intervención de Otto Karvonen se insertó en la terraza del CA2M, que ya contaba con otras cajas nido que formaban parte de su pequeño huerto urbano, un lugar en el que pensar sobre ecología y sociedad. Igualmente, añadió otro elemento más a la reflexión que el Centro propone sobre los conflictos, su siempre compleja comprensión y representación. La presentación de su trabajo en el CA2M se enmarcó dentro de Focus: Finland, el programa de la feria ARCO dedicado a este país escandinavo.
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