Puede que la vida no se avance por competición y supervivencia del más fuerte. Si cambiamos la escala y la temporalidad de la mirada, los microorganismos demuestran que es en base a relaciones inter- y ecodependientes que la vida se despliega y se desarrolla. Dentro de la inmensa y fascinante familia microbiológica, los S.C.O.B.Y s (acrónimo inglés que se traduce por “culturas simbióticas de bacterias y levaduras”) son ecosistemas complejos de bacterias que viven en una relación de reciprocidad sintrófica, es decir, que viven en una relación estrecha y persistente basada en la nutrición y reproducción con otros organismos de diferentes especies, pudiendo alcanzar la juventud y armonía eterna si son bien cuidados. La científica Lynn Margulis –que puso en jaque las teorías neodarwinistas pero también los enfoques masculinistas de la ciencia con estas teorías— propone como en algún punto de su prehistoria estos organismos pasaron de depredarse los unos a los otros a adoptar el modelo de coreografía simbiótica, basada en procesos de cuidado y nutrición recíprocos. Estas coreografías co-evolutivas son modelos de intercambio, transformación y crecimiento que no sólo se desarrollan a nivel microbiológico, sino que también fueron el germen de redes contra-culturales y contra-farmacéuticas convertidas en comunidades de cuidado mutuo, como ocurrió durante los primeros años de la crisis del VIH.
Esta sesión se conforma como una merienda participativa para pensar la convivialidad a través de las estrategias reproductivas de nuestros ancestros microscópicos, para repensar con ellas nuestros metabolismos sociales.