Sus buenas razones tenía Santa Teresa, la mística okupa, para pensar que el cuerpo era una cárcel. Buenas eran también las razones de Madame Bovary, la desklasada, para empezar a desear a su marido sólo cuando se achicharraba de deseo por un amante. Y cómo no entender al nazi de Gottfried Benn, médico forense, que escribía poemas al espectáculo de la humana putrefacción; o a la evangelista número cinco Angélica Liddell cantándole a la necrofilia. No sabemos a ciencia cierta qué es el cuerpo, pero tenemos la certeza de que el cuerpo es un problema: una herramienta, una fuente, el más barato instrumento con el que hacer (o consagrarnos al) arte. La bailarina comparte con el cadáver una coincidencia lingüística fabulosa: de los dos se dice que son “cuerpos”. ¿Es cuerpo todo lo que se mueve? ¿Es oro todo lo que reluce?
Iniciativa Sexual Femenina, Foto de Laura Rubiot