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Paloma Polo. El Barro de la Revolución
Son abundantes los productos culturales que simpatizan con los procesos revolucionarios. Especialmente, con su fase de eclosión. La mística del hecho revolucionario ha llegado a consolidarse como un género propio en cine, literatura o publicidad. En él se perpetúa una visión romántica de las luchas antagonistas según la cual sólo merecen la pena, y por tanto se salvan para la posteridad, los momentos álgidos y de ruptura. Como si no hubiera un día después, como si el acto de sublevarse constituyera un fin en sí mismo. La publicación que tienes en tus manos es una tentativa de escapar de esta falacia del momento decisivo. En los procesos revolucionarios el tiempo es una coordenada indeterminada. Continuidad y disrupción son variables complejas que, en muchos casos, se solapan. De manera que podemos encontrar revoluciones de diez días o procesos revolucionarios centenarios. Tal es el caso filipino, una lucha progresista y descolonizadora que hunde sus raíces en las primeras revueltas contra los invasores españoles, que se prolongan durante cuatro siglos, y se consolida con la revolución comunista emprendida durante los últimos cincuenta años. En esta lucha se atisba y no se atisba un final. Y, lo que es más significativo, este hecho no debilita las convicciones de sus militantes, a pesar de las naturales fases de mayor o menor intensidad experimentadas a lo largo de tantos años de conflicto. Este aspecto nos resulta verdaderamente llamativo en los tiempos de desafección política que vivimos. Para aproximarnos a este modo de persistir en la revolución, cuya justificación principal se encuentra en el propio hecho de luchar contra la explotación y la destrucción de la vida, hemos tratado de reunir, sin ningún afán enciclopédico, una serie de relatos dispersos en el tiempo y espacio que han sido escritos por los agentes de la revolución en Filipinas. Se ha hecho en el convencimiento de que, como dice Eric Selbin, “el factor crucial a la hora de explicar cómo y por qué persiste la revolución está en los relatos sobre revolución, rebelión y resistencia que contamos y hacemos circular”. La narrativa y la poesía, casi siempre escritas en primera persona, son vehículos de transmisión inmejorables para el caso filipino, pues en sus filas siempre consideraron la educación y la cultura como un pilar fundamental para la formación del sujeto emancipado. A través de estos escritos, los miembros de la guerrilla construyen un imaginario propio y universal donde afloran sus más profundas convicciones sobre el sentido de la militancia, sobre la necesidad de trabajar con el pueblo o sobre el intenso vínculo con la naturaleza que experimentan. La mayor parte de los textos, por la obvia naturaleza clandestina de la revolución filipina, son anónimos o están firmados con pseudónimos. Proceden de publicaciones militantes, igualmente clandestinas, o han sido escritos de manera específica para esta publicación por guerrilleros que, en no pocos casos, se encuentran en prisión actualmente. En nuestro empeño por deshacernos de la servidumbre del momento histórico, recopilamos textos escritos desde la década de 1970 hasta nuestros días. Esto no es óbice para que se descubran notables singularidades ni para que se evidencie, por ejemplo, un progresivo abandono de la jerga clásica del Partido Comunista en beneficio de una cada vez más libre y poética construcción literaria de la lucha. Para la selección fue determinante que estos materiales, en tanto que producción cultural con intención militante pero también artística, poseyeran cierta calidad literaria. Sin embargo, ha sido la capacidad de estos escritos para salirse del camino trillado, reinterpretando el formato del testimonio convencional o la retórica de agitación y propaganda, lo que más llamó nuestra atención desde el principio. Nos parece muy destacable el equilibrio que este tipo de escritura mantiene entre una férrea línea de expresión y pensamiento comunistas, identificable en torno a ciertos lugares comunes, como el trabajo con las masas y la lucha por la tierra —que ya nos suenan como de otro tiempo—, y el empeño por encontrar imágenes y metáforas nuevas que llenan de vitalidad atemporal el viejo movimiento en el que se inscriben. Es esta contemporaneidad transversal que destilan —una vez más, su temporalidad indecisa, continuista y renovadora a la vez— la que mejor caracteriza, en nuestra opinión, los escritos que aquí presentamos. Por último, un comentario sobre la traducción. Si arduo y determinante es todo trabajo de edición de textos en lengua extranjera, la tarea aquí emprendida va un paso más allá, pues se ha trabajado a partir de textos originales en distintas lenguas filipinas que aparecen aquí traducidos al castellano por primera vez. Para llegar a este resultado un equipo de colaboradores y militantes en Filipinas se hizo cargo de la traducción de los originales al inglés. Posteriormente, estos últimos han sido traducidos al castellano en España. A pesar de ello, algunos términos, casi todos localismos, han sido imposibles de traducir, lo que da muestra de la complejidad y riqueza lingüística de Filipinas. Por todo ello, queríamos cerrar estas notas expresando nuestro profundo agradecimiento a todos los anónimos traductores filipinos, así como a las traductoras al español. (Nota del editor)