Las piezas de esta exposición, de la Colección CA2M y la Colección Fundación ARCO, permiten trazar una historia del uso de lo textil en el arte contemporáneo desde los años 70 hasta el presente.
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Colección XVIII: Textil
Foto: Roberto Ruíz
Según los antropólogos, una de las actividades culturales más antiguas fue la elaboración textil, que cuenta entre 100.000 y 500.000 años de antigüedad. Su historia siempre ha estado intrincadamente ligada a la evolución de las formas de producción y a la relación de estas con sucesivas formaciones sociales: primero, la movilidad natural de los fragmentos de tejidos permitió el desarrollo del comercio, en un tráfico cultural que constituyó durante siglos un intercambio ininterrumpido de técnicas y signos; después, jugó un papel decisivo en el despliegue del sistema capitalista, tanto en la temprana la elaboración de tapices de lana que se exportaba desde Flandes al resto de Europa como en la mecanización del hilo de algodón en la Revolución Industrial en Inglaterra; por último, el comisario conceptual Seth Sigelaub –que dedicó sus últimos años al Centro para la Investigación Social de Tejidos Antiguos (Center for Social Research on Old Textiles)– recordaba que la inspiración de Charles Babbage para el arranque de sus teorías que darían lugar a la invención de la computación moderna le vino del telar de Jacquard. Lo textil se ha constituido a lo largo de la historia como un intercambiador tecnológico con efectos de transformación social y de revolución cultural.
Al mismo tiempo, el trabajo textil siempre ha sido percibido como una tarea intensiva, lenta y minuciosa, devaluado como labor doméstica femenina. Sus procesos de producción ligados al interior y a la naturaleza hacen que el tejido esté intrínsecamente marcado por la etnicidad, la clase y el género. Su rol fundamental en los siglos de la Modernidad como vehículo del desarrollo del gusto –en las prácticas de distinción vestimentaria pero también en la materialidad de los ambientes domésticos– fueron preparando el terreno para que poco a poco pasase de la artesanía privada al ámbito público, como demuestra la importancia del tapiz decorativo en la Vanguardias del siglo XX.
Por eso, cuando en los años 60 las artistas de la Segunda Ola del Feminismo comenzaron a reclamar su contribución cultural, su historia se transformó para siempre: el rol de lo textil se tornó en un espacio de posicionamiento político, en un contradiscurso ante el status quo masculino que lo volcó de nuevo en el régimen de la contemporaneidad. La labor tradicional se convirtió en una forma transgresora de corregir el curso de la evolución cultural, insertando una herencia matrilineal en las historias del arte que venía a responder en cierto modo a la pregunta que Linda Nochlin se había formulado en 1971: “¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?”
Texto y textil comparten origen etimológico: el verbo latino texere, es decir, tejer o entrelazar. De hecho, su tradición viene ligada a su condición de lenguaje no verbal, donde todo tejido es una forma de notación. Las piezas de esta exposición, de la Colección CA2M y la Colección Fundación ARCO, permiten trazar una historia del uso de lo textil en el arte contemporáneo desde los años 70 hasta el presente. De práctica estética tardomoderna o formalista a vehículo de rabia e indignación política, de producciones que revisan la carga simbólica de sus materiales o referencias figurativas hasta la declaración autobiográfica, para incluso detenerse en las formas estéticas del trauma colectivo… la riqueza de las posibilidades técnicas y significativas demuestran la importancia en la textura de lo contemporáneo, de entender la tradición como una herramienta selectiva en la que investigar para recomponer sus relatos más allá de un tiempo lineal de progreso y con la complejidad de las fibras que se entrecruzan en nudos, giros y cortes premeditados.
A la exposición se incorpora la tradición viva del CA2M con el colectivo Tejiendo Móstoles. Estas tejedoras reavivan cada miércoles por la mañana desde hace varios años la transmisión de los saberes marujos con sus propios cuerpos, y nos han hecho entender también la necesidad de plantear cómo ese trabajo manual es una labor fundamental de tejido social. Sirva esta exposición como un homenaje desde otra forma de memoria, la que se construye con nuestras colecciones, pero también como un agradecimiento colectivo que pone su práctica en el corazón de este museo.
Comisarias:
Tania Pardo y Manuel Segade
Artistas participantes:
Caroline Achaintre, Polly Apfelbaum, Nora Aurrekoetxea, Mercedes Azpilicueta, Leda Catunda, Carolina Caycedo, Discoteca Flaming Star, Victoria Gil, Josep Grau-Garriga, Arturo Herrera, Julia Huete, Gabriel Kuri, Teresa Lanceta, Cristina Lucas, Teresa Margolles, Asunción Molinos Gordo, Sonia Navarro, Nohemí Pérez, Laure Prouvost, Belén Rodríguez, Yinka Shonibare.
Información
En museos como el nuestro, la experiencia apela a un cuerpo entero, con sus particularidades, sus deseos y sus diferentes posibilidades. La performance es la forma en la que en arte contemporáneo se denominan aquellas producciones artísticas que hacen del cuerpo, de sus articulaciones de presencia y de la temporalidad de sus acciones el centro de su propuesta.
El fondo sobre el que, de forma literal, se recorta esta exposición es la obra De entre las muertas (2020) de Diana Larrea. Esta artista ha rastreado los márgenes de aquella Historia del Arte para restituir las genealogías olvidadas de mujeres artistas, desde el Renacimiento hasta los umbrales del siglo XX. A ellas se incorporan otras artistas de las generaciones más jóvenes que nos permiten pensar en presente.