Esta fuente está realizada a partir de una doble transformación de materiales procedentes de la naturaleza. Por un lado, el mármol –material por antonomasia de la escultura clásica–, es una pieza cortada previamente, que quizá sirvió de revestimiento en un primer uso industrial.
Las fotografías de horizontes urbanos de Hannah Collins tienen una peculiaridad: sus cielos aparecen teñidos de un color extraño. Como las imágenes de los créditos de una película imaginaria, esta fotografía cataloga la sensación que un lugar –ya sea por referencias culturales premeditadas o por una impresión subjetiva– produce a la artista en un momento determinado.
El 2 de julio de 1970, en un escenario en Frankfurt la artista VALIE EXPORT se tatuó públicamente un liguero. Se trataba de una transgresión radical de los estereotipos de género –ya que los tatuajes en su época pertenecían al ámbito masculino de los convictos o los marineros– pero también de llevar al extremo el uso del cuerpo propio, ya que la acción artística se volvía parte de su cuerpo de forma permanente, con la duración de su vida misma.
Retrato de un movimiento es la primera exposición individual en España del dúo de artistas formado por Pauline Boudry y Renate Lorenz. ¿Pueden inspirar unos brazos, unas piernas y unos cabellos en movimiento un movimiento, una futura revuelta que logre formas de convivencia más igualitarias y dichosas?
Hemos convocado a Renato Mauricio Fumero, a Isabel de Naverán y a Diego Vecchio a desarrollar una serie de textos. En sintonía con la sumatoria de toda colección, incluimos un relato de Lynne Tillman protagonizado por Madame Realismo.
El Testigo es el título de la exposición de Teresa Margolles en el CA2M Centro de Arte Dos de Mayo, comisariada por María Inés Rodríguez. La muestra traza una visión de su trabajo reciente a través de una serie de obras realizadas en los últimos cinco años. Propone un camino en círculo, tanto real como figurado, que orbita alrededor de la historia reciente de Ciudad Juárez.
Mitsuo Miura, llegó a Barcelona procedente de Japón en 1966 con una maleta en cada mano y sin apenas hablar español. Con su tempo oriental se sentó en un banco de la plaza de Cataluña a mirar atento el ritmo de aquella ciudad con mar. Desde entonces, el joven artista japonés no dejaría de observar cada uno de los paisajes que han acompañado su experiencia vital. De ahí que sus exposiciones se puedan interpretar como invitaciones a la contemplación y al desplazamiento, casi siempre, relacionadas con el bienestar, la memoria y el placer.