Este verano, el museo se transforma en un espacio pensado para combatir el calor como se ha hecho toda la vida: a la fresca, sin prisas y con buena compañía. Inspirado en esos rincones de siempre donde se está bien sin hacer nada, este proyecto convierte el museo en un refugio veraniego donde simplemente se puede estar.
La Fresquera es un lugar donde el tiempo se detiene un poco. Donde puedes venir a leer, jugar a las cartas, charlar… o simplemente no hacer nada. Un sitio donde el fresquito se agradece, como cuando te sentabas en la puerta de casa con un botijo al lado y buena compañía.
La Fresquera no es una actividad, es una actitud. Es abrir las puertas del museo para que se convierta en ese patio, esa plaza o ese porche donde se está bien. Hemos preparado distintos espacios cómodos, tranquilos y llenos de plantas, para que te sientas como en casa.
Cuidamos tus plantas. Iniciativa Regadera
Sabemos que en verano muchas personas se van de vacaciones y no saben qué hacer con sus plantas. En La Fresquera también pensamos en ellas, por eso lanzamos la Iniciativa Regadera. Desde el 25 de junio al 15 de septiembre, el museo se ofrece a cuidar las plantas de los vecinos y vecinas de Móstoles. Solo tienes que rellenar un formulario para elegir los días que quieres dejarnos tus plantas, contarnos los cuidados que necesita, y nosotros nos encargamos del resto: buscarle el mejor rincón, regarla, hablarle si hace falta… Aquí las tratamos como si fueran de la familia.
Participan en La Fresquera:
Xisela García Moure es formadora en agroecología, permacultura y técnicas especializadas en huertos urbanos y alimentación sostenible. Ciudadana de Móstoles, su trabajo se centra en promover prácticas respetuosas con el entorno y la soberanía alimentaria.
Marina Viñarás orbita y habita lo ecosistémico, lo identitario y lo neurodivergente. Actualmente aterriza en la práctica paisajista y forma parte del colectivo donde continúan las cosas, desde donde explora nuevas formas de relación con el territorio.
Leo D’Elio es artista y gestor cultural en Madrid. Su práctica combina lo cotidiano, el espacio público y la autoedición, con un enfoque amateur y experimental. Actualmente estudia jardinería y paisajismo, intereses que atraviesan su obra y lo llevan a explorar formas colectivas de habitar y cuidar el entorno. Es miembro del colectivo Quiosco Clandestino.
Este verano, el museo se transforma en un espacio pensado para combatir el calor como se ha hecho toda la vida: a la fresca, sin prisas y con buena compañía. Inspirado en esos rincones de siempre donde se está bien sin hacer nada, este proyecto convierte el museo en un refugio veraniego donde simplemente se puede estar.
